Pasando el portón de campo y los restos de lo que supo ser su muralla, se ingresa en el barrio histórico de Colonia, patrimonio mundial de la humanidad desde 1995. Las calles son empedradas y hay varios recovecos, pero es fácil volverse a ubicar. El faro es un buen punto de referencia que se ve desde todos los ángulos. Mi recomendación es que te dejes llevar y descubras las fachadas de sus casas con las santa ritas por doquier.
La callecita más renombrada es la calle de los suspiros, con su típico empedrado de cuña con arroyo al medio – bien portuguesa -. Así también son la de Solís y la de San Francisco. Y entre la calle de los suspiros y la de Solís, está el museo portugués que se puede visitar los viernes, sábados y domingos.
La plaza de Toros la terminaron de refaccionar post pandemia; por lo que este paseo es de lo más novedoso si es que hace mucho que no visitás Colonia del Sacramento.
El interior combina diseños modernos con elementos originales que se dejaron como testigo de aquella época. En la planta baja hay una muestra fotográfica de la remodelación y objetos históricos como trajes de toreros, vajilla de hoteles de un siglo atrás y otras curiosidades. En el piso superior, una parte se reconstruyó y se le colocaron butacas para el público, mientras que otra se mantiene en ruinas.
La plaza está abierta de martes a domingos de 11 a 18.30 hs. y las visitas guiadas son de 50 minutos. Los tickets se pueden conseguir ahí mismo.
Este faro con más de 160 años de antigüedad es el ícono de la ciudad de Colonia. Se dice que su importancia se remonta a los tiempos en los que la corona española y la portuguesa se disputaban estas tierras. La construcción de este faro era de suma necesidad pues muchas embarcaciones y navíos se hundieron cerca de las costas de Colonia. Así que en 1855 empezaron las obras para construirlo.
Hoy se puede subir; animate a hacerlo y disfrutá de las mejores vistas. Está abierto todos los días del año entre la mañana y el atardecer y la tarifa no supera los 2 dólares. ¡Haceme caso y subí!
Es el restaurante del hotel Charco en medio del centro histórico y todas las opciones de la carta son mega tentadoras: desde la entrada de provoleta de queso de cabra con chutney de tomates hasta el volcán de dulce de leche con salsa de chocolate blanco. Los platos están pensados con materias primas frescas y cuidadosamente seleccionadas. ¡Una verdadera fiesta!