Típica noche helada del invierno patagónico, ese frío que dan ganas de estar resguardado cerca de un hogar a leña, tomando una buena taza de chocolate caliente con unas cookies de vainilla y una manta en los pies. Así llegamos a Península Petit, después de un vuelo nocturno de dos horas y una cena en el centro de Bariloche. Nos recibió el dueño del lugar con ese chocolate caliente y esas galletitas caseras que imaginaba mientras íbamos camino al hotel. A la mañana siguiente, lo primero que hice fue descorrer las cortinas y quedarme un rato contemplando un cuadro vivo: el bosque rodeado de pinos, la inmensidad del lago Nahuel Huapi y los picos nevados de la Cordillera de los Andes.
Lo que más disfruto de las vacaciones a pura naturaleza es poder despertar y absorber con todos mis sentidos los regalos de ese destino. ¿Te imaginas que, en vez de poner cuadros con imágenes, abrís la ventana y tenés la foto en directo? El hospedaje está de cara al lago y se pensó para pasársela todo el día contemplando la vista, desde todos los espacios y rincones. Dormir una siesta, leer la novela que quedó a la mitad por falta de tiempo, desayunar con calma sin dejar, ni por un segundo, de sentirse parte de la escena. Es épico.
El desayuno es la comida más importante del día, según dicen, y es uno de los momentos que más disfruto cuando estoy vacacionando porque puedo saborearlo, sin apuros ni relojes. Hay pan casero, muffins de distintos sabores, bruschettas con tomate recién cortado, alfajorcitos con dulce de leche, bocaditos de crema pastelera, frutas de estación y frutos secos, mermeladas y queso untable. También sirven jugo de naranja o de pomelo exprimido y el chocolate caliente es el must del lugar. Infaltable el yogur, los té y el mate cocido para patear todo el día. Todos los días tienen un plato especial para servirte. Mi preferido: waffles con dulce de leche y frutillas.
Alojarse en Península Petit es como sentirse en casa. Pablo, el dueño del lugar, me contó que llegaron a Bariloche hace diez años con Sami y sus amigos caninos para hacer de este alojamiento un hogar. De a poco, fueron sembrando amistades que se volvieron familia. Todos los huéspedes, que pasan por acá, sienten la calidez en el trato y en los detalles, desde el aroma en las habitaciones hasta el servicio de té por la tarde. Yo no fui la excepción a la regla y disfruté a pleno de mis días en un rincón de Bariloche.
La península de San Pedro es una de las 3 que se desprenden del lago Nahuel Huapi y uno de los spots más tranquilos de la ciudad. Las construcciones descansan en la costa del lago creando una sensación de paz, ¡sin siquiera percibir a los vecinos! En este remanso de tranquilidad está ubicado éste hotel con sabor a hogar.
Si te interesa que armemos un itinerario por Bariloche o querés reservar noches de hotel en Peninsula Petit, escribime y lo planificamos juntos.
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